The Story

For those who don’t know the history, Morocco opened me the doors to a new life without knowing it more than 10 years ago. Captivated by the simplicity of Berber beauty and the art of moroccan living on this side of the world, I found soon myself living among ancient palaces in the medina, suitcase and camera in hand, between Spain and Morocco. A leap into the void without knowing it, a life changing adventure that I never imagined. After many kilometers traveled from north to south of the country, the love for Morocco was already inevitable and today I find myself living in an old pink house in the middle of Marrakech.

It’s said that Marrakech awakens all your senses. The scent of jasmine and orange blossom, the smell of fresh bread, the sweet pink palette of the medina or the call to prayer that echoes through the alleys of the old city. It seems like the perfect place to start a new life. And even though nurturing and growing a new business in Africa is not the best idea, Morocco has reordered all my priorities and given me so much that I will never be the same person again.

My first moroccan home had a dreamy rooftop overlooking the Medina, an old 12th century palace among the pink alleys of the medina. To get to the door I had to wander the deepest neighborhoods of the medina, immerse myself in local life and the first few times count the doors to don’t get lost on my way. I used to buy bread in the local oven, vegetables in the neighborhood market stalls, I ate only seasonal fruit for breakfast, Friday was the day for hammam and life was simple but sooo rich in many senses.

After sunset and very often after a busy day in the souks, I watched the moon from the rooftop drinking moroccan wine and gazing stars. Somewhere between those glasses of wine, inspiring conversations and those endless moroccan nights a soulful way of life and Azul Bereber were born.  

My love for Morocco became deeper and so my eyes to treasure and capture with my camera the most beautiful and meaningful experiences in Morocco. Design and curate trips in Morocco while capturing those precious moments with my camera became so natural 

I spent many months traveling from magical Marrakech to the endless dunes of the Sahara desert in the South, wandering blue washed alleys in Chefchaouen and driving off the beaten road tasting real Morocco and the simplicity of berber beauty and little villages. I came back home with a messy suitcase, hands painted with henna, a full heart and a camera full of photos and memories wanting to see.

And so, months went by absorbing beauty, collecting sunsets and long rooftop conversations over the Marrakech medina. Slowly, threads came together, ordering priorities and opening a new chapter in my life that was about to begin.

To visit Morocco is still like turning the pages of some illuminated Persian manuscript all embroidered with bright shapes and subtle lines.

- Edith Warthon

I was captured by that carefree life and I dreamed that it would never end but my reality at that moment was knocking on my door. Packing to close one chapter in order to open another was as sweet as sour. I knew I would come back but what I could not even imagine was that 1 year later I would return holding the hands of many travelers wanting to experience Morocco from that perspective, slower, more authentic.

I still don’t know how Azul Bereber became a boutique agency from that dream. I can remember lot of determination, balancing a tightrope, connecting people from here and there, crying and celebrating in equal parts. 

The experiences lived months ago in Morocco were only a mirage and the prelude to everything we were just about to experience together. But now everything was more real and I had to really LIVE everything by myself to share it with more travelers later. There were good moments, others that almost seemed like a dream, others bad and also those that make you go to sleep crying. But it was all part of the journey and really getting into and understanding a very different culture and way of living.

And while I was living out of a suitcase, climbing to the highest dune in the Sahara to send that email to nurture and grow the agency, I realized that I was missing the most important thing. My mindset was completely transformed and I was no longer afraid of anything (almost nothing).

The more I traveled, the more people I knew. New bonds and connections bloomed that multiplied the possibilities by 1000 and above all those moments filled my soul so much. Photographing, traveling on back roads, taking the slow path as old travelers did built a new life philosophy and the foundations of the agency. 

My only wish is to inspire you to truly live, feed your curiosity to explore the magic of Morocco and share the beauty of simplicity through an intimate and curated collection of secret places and hidden oasis chosen and experienced first hand so that you come back home with a memory of those for life.

Para los que no conozcan la historia, Marruecos me abrió las puertas hace ya más de 10 años a una vida nueva sin saberlo. Cautivada por la belleza sencilla bereber y el arte de vivir a este lado del Estrecho me encontré poco tiempo después viviendo entre antiguos palacios de la medina maleta y cámara en mano entre España y Marruecos. Un salto al vacío sin saberlo, un cambio de vida que nunca imaginé. Después de muchos kilómetros recorridos de norte a sur del país, el amor por Marruecos fue ya inevitable y hoy me encuentro viviendo en una casa antigua rosa en medio de Marrakech. 

Se cuenta que Marrakech despierta todos tus sentidos. El perfume a jazmín y flor de Azahar, el olor a pan recién hecho, los colores rosas de la medina o la llamada a la oración que retumba por los callejones de la antigua ciudad. Parece el lugar perfecto para empezar una nueva vida. Y a pesar de que nutrir y hacer crecer un nuevo negocio en África no sea la mejor idea, Marruecos ha recolocado mis prioridades y me ha dado tanto que ya nunca más seré la misma persona. 

Mi primera casa en Marruecos tenía una azotea en la que la medina de Marrakech quedaba a tus pies, un palacio antiguo del siglo XII entre los callejones rosas de la medina. Para llegar a la puerta tenía que adentrarme en los barrios más profundos de la medina, sumergirme en la vida local y las primeras veces contar las puertas para no perderme en el camino. Compraba el pan en el horno local, la verdura en los puestos del mercado del barrio, desayunaba la fruta solo de temporada, los viernes era el día de hammam y la vida era sencilla pero muy rica. 

Tras del atardecer y muchas veces después de un día en la medina, me subía a la azotea a ver la luna y beber una copa de vino tinto marroquí. En algún momento entre esas copas de vino, conversaciones que se alargan en la noche y las risas de los niños jugando en la calle nació Azul Beréber y una manera de vivir con mucha alma. 

Pasé muchos meses viajando desde la magia de Marrakech hasta las dunas infinitas del desierto del Sahara en el Sur, recorriendo las calles azules de Chefchaouen en el Rif y recorriendo carreteras secundarias saboreando el Marruecos más auténtico y la belleza bereber de lo sencillo. Volvía a casa con la maleta revuelta, las manos pintadas de henna, el corazón lleno y el carrete lleno de fotos y recuerdos deseando ver. 

Y así, pasaban los meses absorbiendo belleza, coleccionando atardeceres y largas conversaciones en las azoteas sobre la medina de Marrakech. Despacio, los hilos se entrelazaban ordenando prioridades y abriendo un capitulo nuevo en mi vida que estaba a punto de comenzar. 

Me aferraba a esa vida despreocupada y soñé que no terminase nunca pero mi realidad en ese momento llamaba a mi puerta. Hacer las maletas para cerrar un capítulo para poder abrir otro fue tan dulce como amargo. Sabía que volvería pero lo que no sabía era de qué manera, no podía ni imaginar que un año después volvería de la mano de muchos viajeros deseando conocer Marruecos desde esa perspectiva, más lenta, más auténtica. 

No sé todavía cómo Azul Beréber pasó de ser un sueño a una agencia. Con mucha determinación, haciendo equilibrios en una cuerda floja, conectando personas de aquí y de allá, llorando y celebrando a partes iguales todo era cada vez más real. 

Las experiencias vividas meses atrás en Marruecos sólo eran un espejismo y la antesala de todo lo que podíamos vivir juntos. Pero ahora todo era más real y tenía que realmente VIVIR todo en primera persona para compartirlo con más viajeros después. Hubo buenos momentos, otros que casi parecían un sueño, otros malos y también de esos que te hacen irte llorando a dormir. Pero todo formaba parte del aprendizaje y de realmente impregnarte y comprender una manera muy diferente de vivir. 

Y mientras vivía maleta en mano, subiéndome a lo alto de las dunas del Sahara para mandar ese mail y seguir nutriendo y haciendo crecer la agencia me di cuenta que me estaba perdiendo lo más importante. Mi mente se había moldeado y ya no tenía miedo a nada (a casi nada). Cuanto más viajaba, más personas y nuevos lazos tejía, aquello multiplicaba las posibilidades por 1000 y sobretodo me llenaba el alma. Fotografiar, viajar por carreteras secundarias, más lento, como los viajeros de antes construyó sin saberlo una filosofía de vida y las bases de Azul Beréber. 

Mi único deseo es inspirarte a vivir, sembrar en ti la curiosidad de explorar la magia de Marruecos y compartir la belleza de lo sencillo en una colección íntima y muy cuidada de lugares y oasis que personalmente he seleccionado y experimentado para que vuelvas a casa con un recuerdo de esos para toda la vida.